El constante aumento de la demanda energética a escala
mundial y el incremento en la producción industrial demandan cada vez más
recursos. Esto impulsa el precio de estos y lleva a considerar fuentes antes
consideradas inviables. Una de esas es el continente antártico, protegido desde
1961 por un tratado internacional que
puede llegar a su fin en las próximas décadas. ¿Qué hará Argentina?
Cuando se suscribió
el Tratado Antártico en 1959 el mundo era diferente. La Unión Soviética
amenazaba con extender le Guerra Fría hasta el continente austral, Argentina y
Chile vivían años de tensión con el Reino Unido por los recurrentes choques en
los mares gélidos del sur y todavía estaba cerca el fin de la segunda guerra
mundial. Uno de los fines de este instrumento internacional de derecho fue la
pacificación del último continente virgen. Y durante varias décadas funcionó:
los principales conflictos de soberanía y el avance de la huella humana se
detuvieron.
Pero para fines de
los ’80, con las negociaciones sobre la Convención de Minera que quedó trunca y
fue reemplazada por el Protocolo de Madrid en 1991 (que postergó el Tratado
hasta 2048) ya se vislumbraba un posible cambio del marco vigente desde 1961.
En la actualidad
observamos un revival de la economía
de antaño, los recursos naturales y estratégicos recuperaron la escena de las
relaciones económicas mundiales que había sido copada por ámbitos financieros.
Por eso, y de la mano también de los altos precios de los commodities y la creciente
demanda por dichos recursos se acerca cada vez mas el momento en que el Tratado
Antártico deba ceder ante los intereses económicos de los países del mundo.
Esta comprobada la
presencia de diversos recursos en el continente antártico y el lecho marino
circundante. Petróleo, carbón, oro, plata y uranio son algunos, y ni hablar del
agua dulce en forma de hielo.
La misma debilidad
legal del Tratado Antártico podría precipitar su caída. En dicho instrumento se
afirma que existen dos tipos de miembros, consultivos (con voz y voto) y
observadores. Cualquier país que cumpla con lo estipulado en el Tratado y
Convenciones posteriores puede ser observador, y cualquier que realice
actividades en la Antártida puede ser consultivo. Los miembros consultivos pueden
llamar en cualquier momento a una revisión del Tratado y en esta se puede
modificar o derogar de ser pretendido por las partes.
Un posible
escenario sería que el valor (por agotamiento de fuentes ya explotadas y/o
incremento de la demanda) de los recursos naturales continúe en aumento y se
vuelva rentable la explotación en la Antártida, algún estado consultivo o nuevo
miembro consultivo (impulsado por otro o por motus propio) llame a una revisión
del Tratado Antártico. Nada garantiza que para dicho momento las naciones que
lo suscribieron y completaron en el siglo XX mantengan su posición original. La
Antártida se abriría al juego de la política internacional y la económica.
Es para ese momento
que naciones como la Argentina (miembro fundador del TA y con una larga
historia antártica) deben estar preparadas.
Específicamente el
reclamo de soberanía argentino y el chileno son los más amenazados, ya que el
Reino Unido reclama el 100% del primero y el 60% del segundo. Las pretensiones
británicas son reconocidas además por los otro cuatro estados con reclamo
oficial en la Antártida: Francia, Noruega, Australia y Nueva Zelanda.
Frente a esto la
Argentina y Chile ya están coordinando sus acciones y acordaron dejar las
disputas bilaterales para enfocarse en mantener los legítimos reclamos frente a
los intereses extracontinentales. Pero la fuerza de ambos puede no ser
suficiente para contrarrestar a un bloque compuesto por miembros de la OTAN y
otros.
Chile y Argentina
deben analizar la posibilidad de formar un bloque conjunto con naciones
vecinas, también con intereses en la Antártida, específicamente Brasil (aunque
también estarían Perú y Uruguay). El gigante de Sudamérica aplica una teoría
diferente para la delimitación de los reclamos (La Teoría de la Defrontación
frente a la de los Sectores), y le costaría a Chile y Argentina una parte de
sus pretensiones. Queda a criterio de estos si es conveniente sumar a Brasil a
la disputa a cambio de ceder terreno o enfrentarse a las pretensiones
británicas por cuenta propia.
Es muy probable que
el Tratado Antártico no complete su ciclo de vida estipulado y si bien este fin
se ve aún lejano en el tiempo es necesario estar preparado para cuando llegue y
no nos quedemos sin un pedazo de la torta.
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