La
principal repercusión que tuvieron las independencias de los diversos Estados
americanos fue la económica. Si bien no hay que descartar, sobre todo en las hispánicas,
el impacto político, es el comercio el centro de la atención e interés de las
potencias europeas.
El
principal interesado en el avance de los acontecimientos fue Inglaterra.
Durante los últimos años del imperio napoleónico, se le habían otorgado los
derechos a comerciar con las colonias hispánicas en vistas de que España no
estaba en condición de hacerlo. Al liberarse España, los británicos no querían
perder este beneficio económico y por eso comenzaron a hacer fuerza para evitar
la restauración monárquica en el continente americano. Estas nuevas naciones
significaban una formidable ocasión para expandir los mercados de la industria
inglesa que era la fuente de riqueza del imperio.
Algo
similar sucedía con lo que sería Brasil, ex colonia portuguesa, donde los
intereses ingleses eran palpables al ser esta misma corona la que protegió al
soberano portugués e inundo de sus mercancías a la colonia portuguesa.
Inglaterra
no deseaba perder estos mercados, algo que posiblemente sucedería con la
restauración monárquica y también si otras potencias europeas avanzasen sobre
estas fuentes de ingreso con sus propias manufacturas.
Por
otra parte, los países miembros de la Santa Alianza, las conservadoras y
monárquicas Prusia y Austria, veían a estos movimientos independentistas
americanos como una amenaza a la estabilidad monárquica europea, pero carecían
de intereses y capacidades mayores como para tomar posiciones más directas y
drásticas.
España,
como principal afectado por estas rebeldías, buscaba después de la restauración
de Fernando VII, retomar las riendas sobre sus colonias. Algo que intento
mediante la fuerza y el envío de ejércitos.
Sin
embargo, fue la intransigencia de la corona para implementar propuestas como la
instauración de monarquías a cargo de príncipes europeos e ignorar las
diferencias que había entre los gobiernos provisionales la que en última
instancia complico el éxito del emprendimiento español.
Francia,
por otra parte, manejaba las posibilidades de la división del continente en
nuevas monarquías, a cargo de príncipes europeos, entre los cuales había
candidatos nacionales. Pero por diferentes razones, Inglaterra y España se
opusieron.
Rusia
jugaba más bien en el plano europeo y proponía una mediación para lograr atraer
a España a su esfera de influencia y lograr herramientas para presionar al
gobierno inglés.
Como
dijimos al inicio, Hispanoamérica pesó mucho más en las relaciones
internacionales que Brasil, que se sintió solamente en los círculos ingleses
como una oportunidad de expansión de mercados (o mantener lo que ya tenía desde
época de la colonia).
Si
el interés de Europa en la cuestión de la independencia americana era
primordialmente económico, para los Estados Unidos la cuestión era igual además
de agregarle que se jugaba el futuro de su zona de influencia, su hemisferio.
La
nueva nación del norte veía en estas posibles nuevas repúblicas una forma de
ganar mercados sobretodo en detrimento del imperio español. Con la
independencia provisional se abrieron nuevas posibilidades de comercio, pero el
gobierno estadounidense fue cauto respecto a las relaciones diplomáticas con
estos y sus posibles repercusiones en el ámbito europeo, sobre todo con
Inglaterra, la potencia del momento.
Además
de todo, EE.UU tenían intereses territoriales en diversas zonas de América del
norte, incluyendo al Florida y regiones cercanas a México. Con la continuidad
de la guerra de independencia, a la corona española se le hacía virtualmente
imposible controlar estas zonas, lo que ayudaba al avance norteamericano. Pese
a todo, EE.UU aún quería mantener en los primeros años una relación armoniosa
con España, debido a que deseaban prontamente poder adquirir la Florida por
medio de una compra-venta.
Por
eso, debido a acusaciones españolas de
que por iniciativas privadas los rebeldes eran abastecidos con armamento
norteamericano, en 1817 el gobierno estadounidense declaro la neutralidad.
Tomaron una actitud paciente.
Pero
con la revolución española de 1820 había llegado hora de tomar cartas directas
en el asunto, y evitar que el continente cayera en forma definitiva en la
esfera comercial británica.
De
todas formas, tanto Inglaterra como EE.UU tenían un importante interés en
común. Este era mantener afuera del hemisferio a las demás potencias europeas.
Inglaterra por razones de mercado principalmente, y Estados Unidos por el hecho
de evitar confrontaciones políticas en lo que consideraba era su zona de
influencia.
Por
eso, luego de una serie de negociaciones entre el Primer Ministro ingles,
Canning y funcionarios norteamericanos, en 1823 se declaró (finalmente en forma
unilateral estadounidense) lo que sería conocido como la Doctrina Monroe, que
propugnaba el lema “América para los americanos”. Esta buscaba dejar afuera
todo interés europeo mas allá del británico, y era puesto en práctica
justamente por la armada de dicha nación, ya que los EE.UU no podrían hacerlo
por si mismos.
De
esta forma, ambas naciones se aseguraban sus intereses en el hemisferio y se
dejaba a la principal amenaza (Francia) afuera del juego. Sobretodo
Centroamérica quedaría a merced de la futura potencia del norte. Latinoamérica
quedaría definitivamente fraccionada por la diversidad de ideologías, culturas
e intereses.