En
los últimos días tanto Rusia como China utilizaron su poder de veto para
bloquear nuevamente una resolución del Consejo de Seguridad destinada a tomar
acciones directas relativas al tema del conflicto en Siria. Miremos cuales son
las razones de dichas negativas.
La guerra civil que estalló como
consecuencia de la denominada “primavera árabe” cumple casi un año y medio de lucha
armada. Los rebeldes exigen la salida del partido Ba’ath del poder junto a su
actual presidente al-Assad. El nivel de violencia fue creciendo paulatinamente
llegando a abrirse fuego abiertamente sobre población civil por parte del ejército
leal a al-Assad. La respuesta fue un aumento en las filas rebeldes y diversos
atentados sumados a la lucha clandestina. El resultado de todo fue una guerra
civil según los libros.
Tal como sucedió en otros países, la
cuestión llegó al recinto de las Naciones Unidas en Nueva York, donde se
discute que tipo de acción tomar ante la escalada de violencia. Las posturas
son variadas pero se pueden dividir a grandes rasgos en dos. La primera es la
mayoritaria, y representa la visión occidental del conflicto, resumida en la
necesidad de intervención internacional para defender a la población civil en interpretación
de la Carta de las Naciones Unidas. Esta postura es encabezada por EE.UU, el Reino
Unido y Francia. Por otra parte, existe la postura adoptada por Rusia y la
República Popular China. La misma ve con escepticismo la intervención de la
comunidad.
En tres ocasiones (una en febrero y
dos en julio del 2012) estos últimos utilizaron su poder de veto dentro del Consejo
de Seguridad para impedir la aprobación de una Resolución que podría abrir el
camino a una intervención internacional. ¿Pero cuáles son las razones por la
cual estos dos miembros permanentes del CS y actores globales bloquean la
acción de la comunidad internacional?
Las razones son diferentes. Empecemos
por Rusia.
Muchos atribuyen el reiterado veto
ruso a las ambiciones personales de Vladimir Putin y su intento por
reposicionar a su país nuevamente dentro de las potencias globales en forma
firme. Pero si observamos bien en vez de razones personales/psicológicas vamos
a ver causas netamente geopolíticas y de interés nacional.
Históricamente Rusia buscó una
salida directa al mar mediterráneo y actualmente su única base sobre las costas
de dichas aguas es la base naval de Tartus, ubicada en Siria. Proveniente de la
era soviética, estuvo abandonada durante años y
a fines del 2008 se aprobó la renovación y modernización de la base. Durante
el conflicto sirio se desplegaron incluso diferentes naves de batalla al puerto
y se mantiene una presencia militar mínima. La caída de al-Assad y una
intervención internacional pondría en peligro este interés geopolítico ruso. Putin
no quiere arriesgar a que suceda lo mismo que en Libia, donde su apoyo a una
resolución permitió, según su criterio, una interpretación radical por parte de occidente para intervenir en el
país militarmente.
Por otra parte están las razones
comerciales. Siria es un importante comprador de armamento ruso. La cifra entre
contratos firmados y futuros rondaría los 5 billones de dólares. Nuevamente la
salida del actual mandatario pondría en jaque este negocio. La industria
armamentista rusa ya debió soportar las pérdidas de los contratos con Libia y
el bloqueo internacional a Irán.
Luego esta China. A diferencia de
Rusia, el gigante asiático no tiene ningún interés geopolítico directo ni relevante
comercialmente. Si bien para Siria las relaciones comerciales con China son
relevantes, no lo son a la inversa. El veto chino pasa por otro lado.
Nuevamente nos remitimos a la
intervención en Libia donde China apoyó la ya mencionada resolución que permitió
la entrada de la OTAN al país. El gobierno chino se sintió también traicionado
por la acción de occidente y ahora busca plantarse firme para evitar que se
repita la situación.
De esta forma Beijing también busca
sentar un precedente para evitar futuras intervenciones dentro de su zona de
influencia.
Pese a todo esto, si miramos a
futuro, es probable que la situación cambie. Rusia no va a querer quedar del
lado perdedor, y a menos de que Assad lograse una victoria decisiva sobre los
rebeldes es cuestión de tiempo hasta que deba ceder para no quedar en el bando
equivocado. El problema radica en que el momento en que se debe dejar al aliado
es difícil de acertar. Ya sucedió con EE.UU y Mubarak y con Francia/Italia y
Gaddafi.
Mientras tanto China no va a
intervenir en forma directa y es posible que en los meses venideros delegue en
Rusia la tarea de contener y regular a occidente al lograr marcar su posición
de no favorecer la intervención internacional.