domingo, 29 de julio de 2012

¿Por qué vetan Rusia y China la acción en Siria?


En los últimos días tanto Rusia como China utilizaron su poder de veto para bloquear nuevamente una resolución del Consejo de Seguridad destinada a tomar acciones directas relativas al tema del conflicto en Siria. Miremos cuales son las razones de dichas negativas.

La guerra civil que estalló como consecuencia de la denominada “primavera árabe” cumple casi un año y medio de lucha armada. Los rebeldes exigen la salida del partido Ba’ath del poder junto a su actual presidente al-Assad. El nivel de violencia fue creciendo paulatinamente llegando a abrirse fuego abiertamente sobre población civil por parte del ejército leal a al-Assad. La respuesta fue un aumento en las filas rebeldes y diversos atentados sumados a la lucha clandestina. El resultado de todo fue una guerra civil según los libros.

Tal como sucedió en otros países, la cuestión llegó al recinto de las Naciones Unidas en Nueva York, donde se discute que tipo de acción tomar ante la escalada de violencia. Las posturas son variadas pero se pueden dividir a grandes rasgos en dos. La primera es la mayoritaria, y representa la visión occidental del conflicto, resumida en la necesidad de intervención internacional para defender a la población civil en interpretación de la Carta de las Naciones Unidas. Esta postura es encabezada por EE.UU, el Reino Unido y Francia. Por otra parte, existe la postura adoptada por Rusia y la República Popular China. La misma ve con escepticismo la intervención de la comunidad.

En tres ocasiones (una en febrero y dos en julio del 2012) estos últimos utilizaron su poder de veto dentro del Consejo de Seguridad para impedir la aprobación de una Resolución que podría abrir el camino a una intervención internacional. ¿Pero cuáles son las razones por la cual estos dos miembros permanentes del CS y actores globales bloquean la acción de la comunidad internacional? 

Las razones son diferentes. Empecemos por Rusia.

Muchos atribuyen el reiterado veto ruso a las ambiciones personales de Vladimir Putin y su intento por reposicionar a su país nuevamente dentro de las potencias globales en forma firme. Pero si observamos bien en vez de razones personales/psicológicas vamos a ver causas netamente geopolíticas y de interés nacional.

Históricamente Rusia buscó una salida directa al mar mediterráneo y actualmente su única base sobre las costas de dichas aguas es la base naval de Tartus, ubicada en Siria. Proveniente de la era soviética, estuvo abandonada durante años y  a fines del 2008 se aprobó la renovación y modernización de la base. Durante el conflicto sirio se desplegaron incluso diferentes naves de batalla al puerto y se mantiene una presencia militar mínima. La caída de al-Assad y una intervención internacional pondría en peligro este interés geopolítico ruso. Putin no quiere arriesgar a que suceda lo mismo que en Libia, donde su apoyo a una resolución permitió, según su criterio, una interpretación radical  por parte de occidente para intervenir en el país militarmente.

Por otra parte están las razones comerciales. Siria es un importante comprador de armamento ruso. La cifra entre contratos firmados y futuros rondaría los 5 billones de dólares. Nuevamente la salida del actual mandatario pondría en jaque este negocio. La industria armamentista rusa ya debió soportar las pérdidas de los contratos con Libia y el bloqueo internacional a Irán.

Luego esta China. A diferencia de Rusia, el gigante asiático no tiene ningún interés geopolítico directo ni relevante comercialmente. Si bien para Siria las relaciones comerciales con China son relevantes, no lo son a la inversa. El veto chino pasa por otro lado.

Nuevamente nos remitimos a la intervención en Libia donde China apoyó la ya mencionada resolución que permitió la entrada de la OTAN al país. El gobierno chino se sintió también traicionado por la acción de occidente y ahora busca plantarse firme para evitar que se repita la situación.

De esta forma Beijing también busca sentar un precedente para evitar futuras intervenciones dentro de su zona de influencia.

Pese a todo esto, si miramos a futuro, es probable que la situación cambie. Rusia no va a querer quedar del lado perdedor, y a menos de que Assad lograse una victoria decisiva sobre los rebeldes es cuestión de tiempo hasta que deba ceder para no quedar en el bando equivocado. El problema radica en que el momento en que se debe dejar al aliado es difícil de acertar. Ya sucedió con EE.UU y Mubarak y con Francia/Italia y Gaddafi.
Mientras tanto China no va a intervenir en forma directa y es posible que en los meses venideros delegue en Rusia la tarea de contener y regular a occidente al lograr marcar su posición de no favorecer la intervención internacional.



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