Muchos coinciden en que la
historia es cíclica y que lo que sucedió en el pasado eventualmente volverá a pasar. ¿La piratería
marítima puede ser uno de estos ciclos? De chicos todos leímos o escuchamos las
aventuras de los famosos piratas de barba espesa, parche en el ojo y pata de
palo. Esta actividad cuyo auge fue en el siglo XVII hace ya algunos años que
vuelve a ser noticia en el mundo. Pero esta vez no estamos hablando de
corsarios surcando el Caribe en buques a vela cargados de cañones, sino más
bien de pequeñas embarcaciones a motor, repletas de individuos cargando rifles
de asalto y provenientes por lo general de África o el sudeste asiático.
Justamente allí podemos situar
los focos de atención de este problema que lentamente va afectando el comercio
internacional. El denominado cuerno de África, que comprende a Somalia, Eritrea
y del otro lado del Golfo de Adén, Yemen
junto a las regiones salpicadas por islas frente a Tailandia, Singapur, Malasia
y Vietnam son el epicentro de la actividad pirata.
Todos estos países tienen algo en
común y es la extrema pobreza que afecta a grandes partes de las poblaciones.
En Yemen y Eritrea este número es cercano al 50%, en Tailandia 15% y en Vietnam
28%. Somalia, el leading case, no
computa datos.
La correlación entre la pobreza y
la piratería de mar puede ser trazada desde el punto en que la falta de
infraestructura, la falta de recursos y la ausencia o impotencia del Estado
lleva a sectores marginales de la población a buscar nuevos caminos, de dudosa
o nula legalidad, de sobrevivir.
Si miramos el mapa de comercio
mundial notaremos que a kilómetros de la costa somalí corre una de las rutas más
utilizadas por el comercio global. Buques petroleros zarpan de Medio Oriente y
cruzan hacia occidente mientras que portacontenedores llenos de mercancía hacen
el camino inverso hacia los grandes mercados asiáticos (China e India). Era
cuestión de tiempo hasta que la pobreza llevara a los somalíes a mirar hacia el
mar.
Para hablar un poco sobre
Somalia, nos estamos refiriendo a uno de los países más pobres del mundo.
Devastada por largas y sangrientas guerras civiles este país africano vive
principalmente de la actividad ganadera local y la transferencia de remesas
desde países vecinos. Su economía es ampliamente informal y la ausencia de un
Estado central no ayuda a mitigar estos problemas. Sus recursos son escasos.
Cuenta con algunos yacimientos minerales pero la inestabilidad interna y la
total falta de garantías los hacen virtualmente inexplotables. El territorio está
dividido en especies de feudos, donde señores de la guerra son los que ostentan
el poder y la ley, dejando a Mogadisco (la capital) en la impotencia.
El modus operandi de estos piratas modernos es simple. Cuentan con
escondites en la costa y al oscurecer se valen de pequeñas embarcaciones a
motor para acercarse sin ser advertidos a los grandes buques de carga para
abordarlos, reducir la tripulación y saquearlos o pedir rescate. Estos ataques
comenzaron siendo cercanos a la costa, pero con el pasar del tiempo se fueron
produciendo cada vez mas mar adentro, hasta que en el 2008 el superpetrolero
saudita "Sirius Star”, cargado con dos millones de barriles de crudo fue
secuestrado a más de 800km al suroeste de Mombasa, Kenia.
Según datos recientes de la Organización
Marítima Internacional[1], el organismo de Naciones Unidas
dedicado a promover la cooperación entre Estados y la industria de transporte
para mejorar la seguridad marítima y para prevenir la contaminación marina, en el
año 2011 se registraron un total de 45 buques secuestrados, 176 abordajes, 105
intentos de abordajes y disparos contra 113 barcos.
El impacto en el comercio se hace
sentir cada vez más. Muchas empresas que se ven afectadas al estar obligadas a
transitar por el estrecho golfo deben contratar seguros especiales que han
aumentado sus cuotas a la par de los ataques, teniendo esto repercusión en
algunos casos en el precio final de la mercancía. Otro factor es la seguridad
de las tripulaciones. Ya en varias ocasiones se han producido actos de
violencia hacia estas. La desviación de esta ruta significaría un mayor costo
de transporte, por lo que otra vez se verían aumentados los precios y hasta
podría bajar la oferta.
La comunidad internacional ya ha
tomado algunas medidas para combatir este flagelo. La más resonante de estas
fue la creación de la coalición internacional denominada Task Force 150, compuesta por, entre otros, EE.UU, Reino Unido,
Japón, Francia y Alemania. SU misión es la de patrullar las aguas afectadas y
socorrer a navíos bajo amenaza.
Otras medidas incluyeron la
creación de rutas más estrechas para concentrar el tráfico y mejorar el
control, la conformación de convoys para mayor seguridad. Pero también se ha
trabajado con tierra firme. Diversas misiones humanitarias y proyectos de
desarrollo se han llevado a cabo con diversos resultados para intentar alejar a
la población de la piratería.
Todas estas medidas han
contribuido a reducir levemente el número de actos de piratería en la zona. En
parte gracias a la presencia de la coalición los números han bajado si
comparamos los datos del 2011 con los del año anterior. En el año pasado se
registraron 802 rehenes, casi un 30% menos que en el 2010, cuando se
registraron 1181 víctimas de secuestro. Los piratas somalíes elevaron sus
ataques de 219 en 2010 a 237 en el 2011, pero solo tuvieron éxito en 28
ocasiones, lo que significa un índice de fracaso del 43%respecto al año
precedente. [2]
Pese a esto el número de ataques
es aún alto y las consecuencias en el comercio regional y global se hacen
sentir. El problema está en encontrar una solución que permita un tráfico
seguro por la zona sin dejar de lado el derecho de la población somalí a una
vida digna y sin necesidad de tener que recurrir a las armas para ganarse la
vida.
Pero hay que tener en cuenta que
los oportunistas nunca faltan, e inevitablemente se seguirán trasladando cargas
de valores millonarios no solo por el Golfo de Adén y representaran un objetivo
lucrativo para estos.