viernes, 17 de agosto de 2012

Israel, Irán y la capacidad nuclear


Desde su invención en la década de los ’40, la bomba atómica realmente ha modificado el concepto de seguridad internacional. Tal es así que durante las décadas que duró la guerra fría, las políticas de defensa de las dos potencias del momento giraban en torno a su capacidad nuclear. Palabras como “first strike” y “retaliation” eran comunes dentro de las cúpulas militares soviéticas y norteamericanas. La guerra convencional había quedado en un segundo plano.
 
Ese bipolarismo llevó a que se formaran las denominada “proxy wars”, básicamente guerras de alcance local donde las superpotencias apoyaban a  bandos antagonistas. Vietnam, Corea y Afganistán son claros ejemplos. En muchos casos no se llegó a un conflicto abierto y declarado, como el caso de la India y Pakistán, donde sus respectivos mentores occidentales los proveyeron con la capacidad de producir armas nucleares. Hasta el día de hoy este es uno de los temas calientes dentro de la agenda global.
El equilibrio generado por la capacidad nuclear entre dos estados es un hecho.
 
Para agosto de 2012 solo cuatro naciones no son parte del Tratado de No Proliferación Nuclear: Pakistán, India, Corea del Norte Israel. Los primeros dos nunca adhirieron por razones históricas y de seguridad reciproca, Corea del Norte se retiró del Tratado e Israel, nunca lo firmó.
 
Pero a diferencia de la situación relativamente clara entre Pakistán y la India, el estado judío nunca admitió ni rechazó la posesión de armamento nuclear en forma oficial. Sin embargo, diversos informes de inteligencia indican que cuenta con capacidad nuclear y con algunos centenares de ojivas nucleares. Dentro de los diagramas actuales, se lo considera potencia nuclear.
 
Siempre conservando el secretismo, el Estado de Israel comenzó con su programa en los años ’50 y evidentemente lo fue desarrollando hasta ser el único estado con capacidad nuclear de la zona de Medio Oriente.
 
Esta situación se vuelve extremadamente tensa si la insertamos en el contexto regional, donde la mayoría de sus vecinos árabes desean la desaparición de lo que ellos consideran un Estado usurpador. En varias ocasiones se llegó a la guerra, en 1948, 1967, 1973 y 2006 entre otros. Esto solo incremento el resentimiento mutuo.
 
Ambos lados incumplieron resoluciones de las Naciones Unidas y fueron responsables de interrupciones de procesos de paz. Mientras que Jordania y Egipto, luego de décadas de enemistad, aceptaron reconocer al Estado judío. Pero los demás vecinos no. Efectivamente en la actualidad Israel no hace mucho para revertir esta situación: ignora las resoluciones de la ONU respecto a la colonización del territorio palestino asignado por la delimitación del ’48, bloquea (por razones de seguridad) la franja de Gaza y ocupa territorios arrebatados a otros Estados.
 
Pero el clímax del asunto, volviendo a nuestro tema, es la potencial capacidad nuclear que está desarrollando Irán, otro de sus enemigos declarados.
 
Desde la perspectiva del realismo político, la actitud de Israel de buscar evitar a toda costa el desarrollo de dicha capacidad está totalmente justificada. Tel Aviv busca asegurar la supervivencia del estado, tal como dice la teoría. Queda claro que un país del tamaño de Israel no puede darse el lujo de tener un oponente con armamento nuclear (Teherán dice que es con fines pacíficos). El problema está en los métodos para evitar esto. ¿Con que autoridad busca Israel desarmar el programa nuclear iraní, si ellos mismos no admiten oficialmente poseer ojivas nucleares?
 
Irán tampoco es, en los ojos de la comunidad internacional, un santo. Desde la revolución del ’79 y su ruptura con EE.UU, se ha vuelto un estado fundamentalista y teocrático. Para los estándares de occidente las libertades básicas son vulneradas y sus alianzas internacionales (Corea del Norte, Venezuela, Siria etc.) no hacen más que ahondar la desconfianza en un Irán nuclear.
 
Está claro que Israel va a hacer todo lo posible para evitar que se cumpla esto. Ya en el pasado ha recurrido a la violencia, ignorando toda premisa del Derecho Internacional, destruyendo infraestructura destinada al desarrollo nuclear en otros países árabes (Iraq a principios de los ’80, donde murieron civiles iraquíes y extranjeros). Dichas acciones fueron condenadas por la ONU, pero Israel no se preocupó en acatar las medidas y siguió actuando. En los últimos años murieron por ejemplo, en circunstancias sospechosas, cinco científicos iraníes que trabajaban en el programa nuclear. Se sospecha que la Mossad estuvo involucrada.
 
Esto constituye otro acto de hipocresía. Un Estado que debe su existencia moderna  a un organismo multilateral como la ONU, se escuda detrás de su nombre para las resoluciones que lo favorecen pero por otro lado ignora las advertencias, condenas y sanciones.
 
En las últimas horas, varios funcionarios israelíes declararon estar listos para dar un nuevo golpe contra el programa iraní. Esta vez ante la vista de todos mediante las FF.AA, atacando centrales nucleares. Buscarían ampararse en el derecho al “ataque preventivo”, un controvertido concepto del Derecho Internacional, que ya les costó el rechazo global en 1967. Lo único que estaría impidiendo que esto se haga realidad sería el costo político internacional (dentro de una ecuación costo-beneficio).
 
Está claro que Irán, ni por poco, es capaz de brindar seguridades sobre su programa y confianza en su palabra de que es para fines pacíficos. En este caso queda a disposición  de la comunidad internacional encontrar un consenso y actuar. Por otro lado es evidente también que Israel no va dejar su destino en manos de otros, esos otros que otrora le forjaron su estado moderno. ¿Seguirá Israel con su tradición de ignorar medidas que le sean contrarias? 

Al fin y al cabo la pregunta final sería: ¿Por qué Israel, un estado agresor en más de una guerra, tiene derecho a poseer capacidad nuclear e Irán no?